La máquina maternal o lo natural enclaustrado son temas que obligan a un lenguaje que socave el objeto para buscar lo poético. Ojalá sea así.
Máquina de refrescos
La máquina de refrescos escupe cilindros de latón,
la Coca-Cola vacía y roja
duerme sobre la tierra y sueña
con su madre eléctrica,
la máquina pare
-moneda, contracciones-
una lata tras otra.
Es su castigo. El mío
será mi renuncia a la epidural
por culpa de los tatuajes.
*
Máquina de refrescos II
La máquina de refrescos
irradia calor de sus entrañas frías
declarando su amor de acero
con su grueso cuerpo maternal.
Para matar el tiempo
intento parecerme a la modelo de la revista Vogue
y decido que este otoño llevaré un rouge glamuroso.
Mis piernas se entumecen
la lata se ha recalentado
entre el asiento 18 y la ventanilla
noto cómo chorrea la sangre por mi cráneo
igual que la Pepsi oscura por la barbilla,
necesito un cambio
de look urgentemente.
*
Máquina de refrescos III
Acerco mi oído a esta lata de cerveza
para escuchar el mar lleno de espuma.
Si mezclo con mi saliva una pastilla azul
resucitaré esta noche en el esqueleto de un niño.
Las caracolas han quedado obsoletas.
Han clausurado las fuentes
para vendernos botellas de colores.
El útero mecánico escupe chocolatinas
las vejigas sintéticas contienen la sangre en los hospitales.
Si tengo que morir que sea con todos los píxeles en su sitio
y rezaré para esquivar el cáncer que sobrevuela mi tejado
mi ensalada
mi ordenador
mi teléfono móvil
cuando averigüe cómo o a quién dirigirme.