Skinny Cap, de Martha Asunción Alonso, (Libros de la Herida, 2014) es un libro de poesía poesía, desde el principio hasta el final. Decir que es un homenaje a los graffiteros madrileños de los 80 se queda pequeño. Este es uno de esos libros que te cambian y que te hacen volver a él porque se engrandece en cada lectura. Me gusta, también, esta editorial y los detalles que hacen que sea más que un libro (postales, o en este caso, plantillas para graffti).
Hacía mucho tiempo que no leía algo tan interesante como el poema “Siete minutos” o este que transcribo, titulado “Fly Girl”, (en nota a pie de página leo *Las mujeres que se mueven en la cultura hip-hop son apodadas “Fly Girls”. En el caso de los hombres, el término más común es “B-Boy”.)
Fly Girl
-La gran diferencia -aleteabas-, la diferencia
entre el papel y el muro,
es la misma que existe entre DECIR
y HACER.
Abominar de los pañuelos (son grilletes las máscaras):
la enfermedad es
el atajo más puro hacia el peligro y hay que agitar rojo la vida,
para saber cuánto amor, como el ruido,
queda sano.
La diferencia -sacándonos los ojos-, la gran diferencia entre el papel
y el muro,
es la misma que existe entre DECIR
y AMAR.
Por otra parte, Cíngulo y estrella, de Marta Sanz, (Bartleby, 2015), está concebido como un cancionero, como dice su subtítulo, desde los comienzos de la relación hasta su transcurrir cotidiano. Además, va ganando en intensidad poética y en una calma realista y sutil. Son poemas donde a veces me reconozco y me sorprenden precisamente porque poetizan los instantes más domésticos del amor, en los que, por otra parte, y verdaderamente, el amor ES.
Con los años parece
que hubiésemos brotado
de la misma bolsa.
Gemelar.
Nido de cuco.
La misma temperatura
del líquido amniótico.
La postura perfecta
para no molestarse.
Y para darse calor.