Desde que empecé a escribirlo sabía que este libro tenía que presentarse allí, lo más cerca posible de La Piedra. Además, José Moreno es una de las personas que mejor conoce este libro porque lleva leyendo el manuscrito desde sus primeras versiones. Quién mejor que él, que también pertenece a esta tierra y que como pintor habla de ella en un lenguaje que se parece tanto a la poesía.
Creo que de alguna forma todas y todos llevamos una Casa de La Piedra dentro. Había quien defendía que la poesía o el arte debían desvincularse del contexto, de los alrededores. Yo defiendo que el contexto y los alrededores le dan el sentido a la escritura, y los lectores, lectoras, auditorio presente, son el sentido primero y último de un libro.
Como se puede leer en la contraportada, La casa de La Piedra es un relato en verso y una ficción. La ficción es el ingrediente principal de la literatura. Todo es ficción aunque se reconozca un nombre, un sitio, un gesto. Es ficción en tanto que no es una construcción realista ni pretende serlo.
Ficción e invención, y también reescritura de un tiempo que yo no he visto ni he vivido, y he reconstruido como si fuera un retazal, de aquí y de allí.
Esta es la ficción poética de una familia que es parte de esta casa. Yo soy parte de ese todo como lo es el fruto al árbol, o pensado como a la inversa, ellos son parte de mí como lo es el árbol a su fruto.
También de alguna manera este es un libro hijo de otros. En realidad todos los libros lo son. La novela en verso Autobiografía de Rojo de Anne Carson es una de estas deudas literarias contraídas. También están en este otros libros-semilla como La lengua rota, de Raúl Quinto, Cuaderno de Campo, de María Sánchez, Felizidad de Olga Novo o la poesía combativa de Adrienne Rich en El sueño de una lengua común. Una lengua común para las mujeres de esta casa, un relato en verso, una mirada a lo rural no idealizada, no crispada, pero sí lírica y agridulce, áspera y poética a la vez.
La dedicatoria que abre el poemario es una de las partes más importantes, quizá el motivo principal de este libro. Dedicar este relato a mi madre, a mis tías y a mis tíos, a María y a Paco el de La Piedra, que son mis abuelos, y a La Piedra, que es la casa en la cortijada que acogió, con dureza y con ternura, a todas estas mujeres y a todos estos hombres. Y si los acogió a ellos y a ellas, también de alguna forma me acogió a mí.
La pobreza y lo femenino aguijoneado de violencias están aquí convertidas en un discurso lírico que tuvo su correlato histórico en un momento en que no era posible ninguna postura política.
En aquel tiempo, además, la idea del pecado era poderosa. Una idea poderosa y terrible con la que encadenarnos más, si cabe, a hombres y mujeres, y mucho más a mujeres.
Como he dicho, se trata de un libro de ficción. No es una novela, ni un poemario de textos dispersos. Se trata de un homenaje, de un darle voz a esta casa, poner en boca de estos personajes a medio camino entre lo inventado y lo cierto un discurso lírico pero a la vez real y crítico. Porque lo lírico también es político.